Vivenciando la Modernidad

10.11.2008 19:02

Para asumir una posición con respecto a un tema determinado es preciso conocerlo, apropiarse de él, digerirlo, palparlo. Sin embargo, en muchas ocasiones no se logra dicho objetivo ni en una mínima expresión. La modernidad es uno de los conceptos complicados a la hora de ser abordado, primero se siente que se puede dominar porque "se hace parte de ella, porque se nació y creció bajo esta época de la historia". Es aquí donde se choca contra un muro de términos, autores, situaciones y teorías que ni en sueños pasaría por la mente de un hombre o una mujer -comunes y corrientes- de la actualidad. Luego no cabe la menor duda de lo equivocado que se está, y para muchos puede resultar nada divertido o interesante tratar de entender el cómo y el por qué de las situaciones que se presentan dentro del contexto moderno en el que se vive y se crece precisamente. 

Por ello, al iniciar un texto que tenga que ver con la modernidad no sobra ofrecerle una mirada (global y no muy detenida) a lo que ésta como época conlleva. Se divide en tres grandes bloques: siglos XV-XVI, siglos XVII-XVIII y siglos XIX-XX. "La duración de los tiempos modernos tradicionalmente se ha situado tras el renacimiento, hacia el año 1600, y su final tiende a prolongarse en el tiempo hasta el siglo XX. La delimitación de su ocaso puede variar según las diferentes historiografías, en virtud del propio ritmo histórico de cada pueblo..."[1] Para algunos teóricos la modernidad llegó a su fin y ahora se vive la época posmoderna. En esta ocasión no se entra a debatir lo anterior, simplemente vale la pena la mención.

Berman define la modernidad así: “Existe un modo de experiencia vital –la experiencia del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y los peligros de la vida- que comparten hoy los hombres y mujeres de todo el mundo de hoy {…} ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos…”[2] Entonces se presenta una gran cantidad de nuevas experiencias, cambios en el comportamiento y en los sentimientos, nuevas manifestaciones culturales y sociales que implican vivir en una constante contradicción. Se vive pues en un mundo caótico, donde nada parece tener sentido pero el valor, donde las masas no son más que espectadores que se divierten viendo, más no haciendo.

Sin embargo, es claro precisar que la modernidad se manifiesta de forma diferente, todo depende del grado de desarrollo y del proceso evolutivo que los países hayan vivido o estén viviendo. Por tanto, no todos los individuos de la sociedad viven igual la modernidad, pero sí la practican. Es decir, viven bajo unos cánones establecidos por la televisión, la publicidad y, en general, los medios masivos de comunicación. Éstos “…actúan como filtros y como esfínteres, son tamices, cortan y fragmentan la actualidad mientras la construyen…”[3]  Bien podría replantearse ese “construyen”, por un “destruyen”. Esto en el sentido de la fragmentación de la sociedad en sí. En otras palabras “…se trata del momento en que en ámbitos culturales como la política, el arte y la economía se generaliza una importante valorización de la individualidad y un abandono a los movimientos y utopías sociales de las décadas anteriores. {…} {Así se} determina el surgimiento de una individualidad volcada a su propia celebración…”[4]

Así, se adquieren nuevas connotaciones, nuevas maneras de ver, y por ende, de leer o recibir la cultura. Pero ante todo ello, es básico hacerse la pregunta de ¿qué tanto puede el hombre darse cuenta de dichos cambios? Pareciera que ninguna, pues no hay en ellos una mínima expresión de reacción o crítica. Simplemente, “todos entran constantemente en contradicción consigo mismos y todo es absurdo, pero nada es chocante, porque todos están acostumbrados a todos…”[5] En ocasiones, parece que el hombre fuera una marioneta o una veleta que se la lleva el viento y no tiene importancia a dónde ni por qué.

Los grandes pensadores se fueron desplazando de la información “light”, por los cuentos de telenovela o por la historia de amor de los protagonistas de las mismas telenovelas. Entonces los libros también se fueron desplazando y la historia con ellos, es como si todos se dijeran que ésta no importa pues para eso existe el presente. Y que no tiene ningún interés por lo que pasó, pues, ya los otros trabajaron, pensaron y se esforzaron por dejar grandes ciudades construidas, pero… mucho por continuar, mejorar o replantear.

De otra parte, lo material y el consumo se hacen presentes de una manera potencial; “las personas se reconocen en sus mercancías; encuentran su alma en su automóvil, en su equipo de alta fidelidad, en su casa de varios niveles, en el equipamiento de su cocina…”[6] y la vida se les va en el ir y venir de las compras y en el sueño de grandeza por los bienes adquiridos.

 

Mientras tanto se hace más evidente la perdida de valores sociales e individuales, y la modernidad y todo lo que viene implícito en ella pasa por encima de una cantidad de individuos que ni la perciben ni la respetan, que no la conciben y que no la entienden y que al mismo tiempo la dominan sin siquiera tener conciencia de lo que ello implicará.

Y cómo no, si al sentarse a hablar de la modernidad, a hacer un pequeño esbozo –más bien un mínimo- de lo que contiene, se pasan los minutos y las horas y no parece que fluyeran las ideas, los términos se confunden y la cabeza se siente reventar. Parece que realizar un ejercicio que implique pensar es bastante difícil para una persona que se mueve, de muchas maneras, en esos principios modernos donde la comodidad es la prioridad. Cómo ampliar la visión, leer todo lo que sucede, entender (o tratar de hacerlo) el contexto general. Eso, sin lugar a dudas, requiere de un gran esfuerzo personal, y ojalá que en algún momento colectivo, de personas que pretenden trascender en este mundo “MODERNO”. 



[1] Tomado de Encarta

[2] BERMAN, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. México, FCE, CALABRESSE, Omar, La Era neobarroca, Madrid, Cátedra, 1994.

[3] BOUGNAUX, Daniel. Light: hacia una cultura aligerada, EN: Les cahiers de médiologie, nº 9, “Less is more”, Strategies du moins, primer semestre 2000, traducción de Víctor Manuel García y Jorge Márquez Valderrama.

[4] TAPIAS, César Augusto y otros. Modernidad, comunicación y cultura en la contemporaneidad. EN: FASE DOS Medellín Ciudad Fragmentada. Facultad de Comunicación Social. Medellín, FUNLAM 2005

[5] Ibit, Berman.

[6] Ibit, Berman

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